En la madurez de su carrera, el director francés Jacques Tati presentó en 1967 al mundo una obra magistral donde la arquitectura moderna fue la protagonista. De la mano del humor fino que lo caracterizaba, “Play Time” desata una crítica absoluta sobre el progresismo mecanicista que se estaba consolidando a nivel mundial. La modernidad había llegado a la ciudad de París con la promesa de unas mejores condiciones para el hombre y el desarrollo de su entorno; pero, ahora era él quien no encajaba en aquella utopía. El director francés logró recrear el modelo que cautivó al mundo, y la innegable ineficiencia que lo condujo a un creciente desmembramiento de las ciudades y su historia.
El rodaje no se hizo directamente en las calles de la capital francesa, sino en un espacio simulado que reproducía los alcances sobre la influencia del estilo internacional que el director preveía. El diseño futurista, para aquel entonces, tardó un año en construirse y otros nueve meses para la grabación. Tati entregó todo su capital como inversión para la ejecución del film e infortunadamente el bajo impacto que tuvo en Francia y el rechazo en Norteamérica, lo llevaron a la bancarrota.
Hulot (Jacques Tati) es el encargado de darle voz crítica a la experiencia de esta deshumanizada ciudad desde la escala del peatón. La trama inicia con su llegada al aeropuerto de París a donde simultáneamente está llegando un grupo de turistas estadounidenses con quienes compartirá la experiencia de la ciudad. De allí, Hulot se dirige a cumplir una entrevista de trabajo, pero en las inmediaciones del complejo de oficinas se pierde en los enormes espacios modulados y accidentalmente entra a un edificio comercial donde lo confunden con un trabajador. Al caer la noche, la jornada laboral termina y empiezan a manifestarse las actividades de ocio y recreación. Después de visitar a un amigo en su casa, se dirige a un restaurante donde entabla una amistad con una de las turistas (Barbara).
La historia transcurre en un solo día, y mediante seis situaciones se formulan los criterios de la rigidez que direccionan la vida moderna. En principio, se manejan dos escalas: una urbana que atiende a la pérdida de personalidad de la ciudad con respecto a otras, mientras que en la otra, la arquitectónica, se muestra la fragilidad entre el desarrollo de las actividades y la configuración de los espacios, evidenciando un desconocimiento de los comportamientos colectivos e individuales.
El aeropuerto: la influencia del estilo Internacional
La representación por excelencia del espacio que recibe y difunde la influencia del estilo internacional es el aeropuerto; la primera impresión acerca de la aplicación del movimiento en la película. Aunque las acciones desempeñadas en los primeros minutos por parte de los funcionarios conducen a pensar que la historia inicia en un hospital, prontamente el anuncio de la llegada de un vuelo atribuye al espacio esta funcionalidad.
Como consecuencia del brote de la revolución industrial, la homogenización de los espacios se convierte en la habilidad estética propia de los arquitectos modernos. La implementación de tonos grises metalizados, las escaleras mecánicas y los grandes ventanales construyen una composición en la que priman los espacios por encima de las acciones humanas. Así mismo, los sonidos propios de la vida moderna empiezan a hablar del conflicto entre la máquina y el hombre.
Conforme el grupo de turistas va recorriendo la ciudad, la evidente planificación urbana muestra la destrucción de lo tradicional, como un ejercicio intelectual y de proyección sustanciosa para las nuevas generaciones de urbanistas. En estas tomas, los edificios recogen todo el protagonismo, pautando una unidad arquitectónica mediante sus fachadas desprovistas de ornamento; el reconocido nacimiento del muro cortina y el acentuado carácter de la envoltura.
El complejo de oficinas: la vida laboral y la higiene de las ciudades
La comedia plantea una fuerte crítica respecto a la configuración de París a partir de esta nueva arquitectura y el consecuente comportamiento del hombre moderno que atiende a dos momentos específicos: la vida laboral y los momentos de ocio y recreación. Es en la rutina laboral donde la organización de los ritmos en la vivencia de la ciudad establece un modus operandi interescalar del que se desprende un carácter urbano, así como un conjunto de estereotipos (efectividad, competencia, homogenización) que construyen la idea de producción y progreso.
La construcción en serie de los complejos de oficinas en la cinta demuestra la inclinación hacia la racionalización de las sociedades mediante un diseño rígido; a la vez, que en el interior despliega una flexibilidad modular en sus espacios. A la par, la tecnología se asume como herramienta para fundamentar el pensamiento y los ideales, de ahí se desprenden las acciones de la vida mecanizada. Entre las escenas principales es posible encontrar este tipo de labores ejercidas por la máquina, como la constante y excesiva higienización del espacio público y los corredores viales.
La muestra comercial: orientación e instrumentación de las acciones humanas
Las transformaciones en la mentalidad -individual y colectiva- empiezan a redireccionarse en los albores de la globalización, conformando ciudades enfocadas en el consumo y las comunicaciones. La principal muestra de una falta de identidad adquirida por las capitales mundiales aparece en la película cuando el grupo de turistas hace recorridos dedicados únicamente al consumo, y en varios ventanales se promocionan viajes a las principales ciudades: exposición de posters que replican el mismo edificio moderno, mientras lo único que cambia es el nombre y la tipografía.
Incluso, la idea romántica de lo que representaba París se desdibuja ante la omisión de su parte patrimonial en los planes del grupo turístico. He aquí la conocida escena en la que Barbara entra a la muestra comercial y en el cristal de la puerta repara en el reflejo de la Torre Eiffel. Aunque ha demostrado ser el personaje más sensible de la película, a ella le llama la atención por un lapso muy corto y accede al establecimiento comercial de inmediato. Ha sido capturada por el torbellino delirante del grupo lo que anula su intento de contemplación. Una de las más interesantes críticas de Tati en este aspecto atiende a los cambios de la ciudad industrializada a una ciudad de consumo, lo que Henry Lefevre llamó ¨la ciudad burocrática de consumo dirigido¨.
Mientras Barbara se perdía en ese vértigo, Hulot sigue zigzagueando por los espacios e irrumpe con gracia y aparente torpeza en los estantes comerciales, alterando la tranquila e imperturbable disposición de la vida moderna.
El automóvil: la abolición del peatón y las trampas viales
Al hacer poco énfasis en el desarrollo de la psicología de los personajes, las reacciones corporales demuestran las maneras de habitar la ciudad. Si bien las calles de París podrían ser las de cualquier otra ciudad, se reitera la abolición del peatón, no sólo arrasando con parte de su historia, sino que bajo el discurso progresista del automóvil, la prelación de las vías y las alternativas en el transporte público entrevén un colisionado sistema.
La vivienda y la vida doméstica: la privacidad detrás del muro cortina
La denominación por excelencia como máquina para vivir, impulsada bajo el modelo estadounidense de la vida doméstica, plantea la adaptación de las actividades privadas a una dependencia mecánica, sin importar si son realmente funcionales o beneficiosas, o si solamente destilan un posicionamiento en la sociedad de consumo.
Cuando Hulot es invitado a la casa de su conocido, se le da una ridícula importancia al reunirse en torno a la televisión o en demostrarle las nuevas adquisiciones tecnológicas. Curiosamente, las escenas en interiores están acompañadas por efectos disonantes, como papeles que crujen en momentos inapropiados, pasos o la exageración de sonidos inesperados, como el cuero de las sillas de diseño.
El ocio en las ciudades: la ineficacia entre la máquina y el hombre
Al final del día Hulot y el grupo de turistas coinciden en un renombrado restaurante en el que la aparente prolijidad de los espacios empieza a caerse a pedazos: la fragilidad de lo moderno en la compenetración entre las actividades y el diseño arquitectónico, se somete en esta escena a la cima de la burla. La disposición de elementos estructurales atravesados en medio de las circulaciones, la mediocridad de los materiales, las modas y el rechazo por lo viejo, e incluso la cómica situación del rol del arquitecto que se encarga de diseñar desde los edificios hasta el mobiliario, se desploma ante la contingencia. Todo este mundo aparente empieza a colapsar ante los ojos de los comensales.
Tati pone ante nosotros el esplendor de un estilo de vida que fue deseado y del que no se pudo evadir en su momento. Hacer parte de una colectividad moderna no era una cuestión de inclusión voluntaria. Terminó convirtiéndose, no sólo para las grandes potencias, sino para la mayoría de las naciones en una obligación. La reflexión sobre la universalidad del estilo internacional, la legitimidad y la carente autenticidad que esto conllevó, en ¨pro¨ del desarrollo mismo del progreso, la arquitectura y la planeación urbana, fueron la escenografía bamboleante del espacio fílmico.
Así como Robert Hughes llamó ”problemas en utopía”, al momento en el que empezó a quebrarse dicho modelo, la evidencia sobre la desarrollada pérdida de identidad de las ciudades, era ya un hecho. Asumir que el oficio o el aporte social del arquitecto y del artista como creador de utopías factibles, no puede desligarse del entendimiento de los procesos orgánicos de la vida del individuo, de las sociedades y la cultura. Idealizar una racionalidad purista desconoce las necesidades humanas, la contingencia de sus acciones y omite de una manera desgarradora la memoria colectiva.
Título Original: Play Time
Año: 1967
Duración: 155 min
País: Francia / Italia
Director: Jacques Tati
Guión: Jacques Tati / Jacques Lagrange / Art Buchwald
Música: Francis Lemarque
Fotografía: Jean Badal / Andréas Winding
Reparto: Jacques Tati / Barbara Dennek
Productora: Jolly Film
Género: Comedia